Tras un mes siendo el centro de la atención internacional, los focos ya se han retirado de Sudáfrica. El Mundial 2010, el primero en el continente africano, ha servido de nuevo para unir al país entero -blancos y negros- ante una misma bandera, además de impregnar de alegría a una población ávida de ilusiones.
Pero las megaestrellas futbolísticas, las todopoderosas firmas deportivas, los cientos de cámaras con sus flashes, las más altas personalidades se marcharon y Sudáfrica vuelve a su realidad. La de ser el país más desigual del planeta con un nivel de pobreza alarmante.
Algunas organizaciones sudafricanas ya han alzado la voz por el dinero gastado -6.000 millones de euros- y, sobre todo, lo que el país ha dejado de ingresar (unos diez millones de euros), por las exigencias de la FIFA (Federación Internacional de Fútbol) al gobierno para que, entre otras cosas, le eximiera de impuestos a ella y sus empresas asociadas o se construyera un campo lejos de los barrios marginales porque «mil millones de espectadores no pueden ver pobreza esta escala». Así lo cuenta este esclarecedor artículo.