La gestión del sector forestal es fundamental para asegurar la sostenibilidad de los recursos naturales y el desarrollo de las comunidades rurales que dependen de estos ecosistemas, permitiendo equilibrar objetivos ecológicos, sociales y económicos.
En la edición de 2022 del Congreso Nacional del Medio Ambiente, se reflexionó sobre las barreras que dificultan la gestión forestal en España y la necesidad de un nuevo marco institucional. En ese sentido, se llegó al consenso sobre la urgencia de realizar reformas legales, fiscales y económicas para mejorar la gestión. Aunque existen sistemas de gestión pública y privada de los montes, sigue habiendo un déficit en la gestión de montes privados, a diferencia de los Montes de Utilidad Pública (MUP), que cuentan con una estructura más consolidada.
Este análisis abrió el camino a que en el #CONAMA2024 el tema a tratar sea la gobernanza forestal, un concepto que ha evolucionado significativamente en los últimos años, para asegurar que las comunidades rurales tengan un papel activo en el cuidado y uso sostenible de los bosques. Sin embargo, la participación de las mujeres en estos procesos enfrenta numerosas barreras estructurales y culturales, como la falta de acceso a la propiedad de la tierra y la exclusión de espacios de decisión.
Desde Fundación Conama, entrevistaron a Marta Corella, ingeniera forestal y directora proyectos de desarrollo rural y bioeconomía de COPADE, quien, desde su participación en el Comité Técnico “Gobernanza pública y privada para la gestión forestal frente al reto del cambio climático” (CT-17), comparte el panorama de la gestión forestal en clave de género.
¿Cuáles son los principales factores estructurales que actualmente perpetúan la desigualdad de género en medio rural español?
Si superponemos el mapa forestal con el de la despoblación, vemos que coinciden en gran medida. Los bosques de montaña en España fueron los primeros en incorporarse al Catálogo de MUP en el siglo XIX para preservarlos, lo que generó trabajo e industria, sin embargo, las mujeres, que realizaban actividades «secundarias» ligadas a esos trabajos, perdieron muchas oportunidades.
Una administración miope legisló sin considerar las especificidades de los territorios. La regulación sanitaria, diseñada para grandes empresas de transformación alimentaria, provocó el cierre de los pequeños mataderos y, con ello, la desaparición de las carnicerías vinculadas a la ganadería extensiva, así como de la elaboración de embutidos provenientes de animales domésticos, que permitían a las mujeres generar ingresos. Se perdió una gran variedad y riqueza gastronómica sin que nadie lo advirtiera, empobreciendo los mercados debido a una legislación restrictiva, que nunca estuvo pensada para lo micro, y que aún hoy no se adapta a esa realidad.
En los MUP, las mujeres también participaban en trabajos como la recolección de productos forestales, pero con el tiempo, esos trabajos desaparecieron. Aunque la economía era precaria, las mujeres no encontraron su lugar en el proceso de profesionalización que sí ocurrió en las ciudades. Ellas fueron las primeras en abandonar los pueblos forestales, llevándose consigo a sus familias hacia las ciudades, donde encontraron salida en porterías y casas donde hacer faenas.
Pero el hecho de que los trabajos se masculinizaran, también empujó a las jóvenes a estudiar y formarse en un porcentaje más alto que los jóvenes, que sí lo tenían más fácil.
A este hecho se le suma, la llegada de las nuevas figuras de protección de la naturaleza, que relajaron la gestión forestal, lo que empobreció los municipios y provocó el éxodo de gente joven hacia las ciudades.
¿Qué papel juegan las mujeres rurales en la lucha contra el abandono de los bosques y en la respuesta al cambio climático?
La población rural vinculada a los bosques, en cualquier lugar del mundo, juega un papel esencial en su preservación tal y como los conocemos. El vínculo es tan profundo como invisible, lo que haya hecho que pasara desapercibido y que esté en riesgo de desaparecer. El conocimiento y los usos ancestrales del espacio, generaron bellos paisajes que están en periodo de tránsito, aunque para la humanidad no sea el mejor escenario para que lo hagan.
El cambio climático ha traído situaciones extremas, sobre todo de estrés hídrico, a unos bosques colapsados de biomasa, lo que hace que la disponibilidad hídrica por individuo sea mínima, lo deriva en los bosques más vulnerables de nuestra historia reciente, cuando, frente al periodo de calentamiento global, lo que necesitamos son bosques aún más resilientes.
La población ha ejercido un papel custodio, lo que engrosaba el fondo de mejoras para generar empleo, pero se están perdiendo saberes y cultura forestal. Los fondos de mejoras, que deberían reinvertirse en los montes, enfrentan obstáculos burocráticos que dificultan su retorno, especialmente en las Comunidades Autónomas, que son las responsables de gestionar los MUP.
El rol de la mujer rural es esencial. La mujer es la piedra sobre la que se sostiene el desarrollo rural. Es la que fija población. Por ello se hace urgente encontrar salidas profesionales vinculadas a ellas, para garantizar que estas comunidades tengan un futuro. Las mujeres jóvenes procedentes de estos entornos rurales, en la actualidad, tienen más formación que los hombres jóvenes, que sí encuentran salida profesional en trabajos que requieren menos cualificación. Por ello, es urgente mejorar la disponibilidad de empleo cualificado para las mujeres, en entornos rurales forestales, para fijar población.
¿De qué manera ha cambiado la participación de las mujeres en la gestión forestal en los últimos años, y qué barreras aún persisten?
A pesar de que las carreras forestales cuentan con más mujeres que hombres, lo cierto es que los puestos de responsabilidad se hacen de rogar para nosotras.
Se está normalizando que la mujer se incorpore como una más en trabajos forestales. Ya es habitual que las mujeres formemos parte de los cuerpos de bomberos forestales, (aunque aún no se hayan adaptado del todo los EPIs a las mujeres), que hayamos entrado de lleno en el cuerpo de los agentes medioambientales.
No estamos hablando de un periodo de discriminación dejado atrás… Yo sufrí una discriminación brutal cuando se decidió en los años noventa prescindir de las mujeres del retén de incendios donde trabajaba los veranos, para completar una plantilla que fuera completamente masculina.
En la gestión forestal del día a día, aún persiste una gran masculinización del sector y una voz femenina, por mucha autoridad académica o empírica que posea, aún se percibe con recelo.
Queda mucho por hacer.
¿Cómo ha sido tu experiencia como mujer en el liderazgo de proyectos de gobernanza forestal en comunidades rurales? ¿Qué retos has enfrentado?
He tenido el honor de ser alcaldesa del pueblo que me vio nacer, Orea, un pueblo forestal por antonomasia en la cabecera del Parque Natural del Alto Tajo y cuyos montes fueron incluidos en 1902 en el primer catálogo de Montes de Utilidad Pública.
Como ingeniera forestal fue un enorme reto. Vivimos momentos que fueron históricos, tanto en lo bueno como en lo malo. Lo más extremo sucedió en 2018, cuando sufrimos los efectos de un tornado, que junto a una nevada tardía derribaron decenas de miles de pinos en un maravilloso valle, el del Hoz Seca, primer afluente del río Tajo. Lo declaramos zona catastrófica. Nos vimos muy solos. Por primera vez en mi vida di gracias al cielo, por tener la formación que tenía, y desde el ayuntamiento, lideramos las acciones para llevar a cabo la saca de madera y convertir un desastre en una oportunidad. Fue histórico, pues la primera procesadora que entró al sistema Ibérico Sur, lo hizo en Orea en mayo de 2018. La presión que recibí en primera persona fue brutal. Sinceramente creo que, si yo hubiera sido un hombre, hay límites que jamás se habrían traspasado.
Durante mi tiempo en el ayuntamiento, comprendí que los pueblos forestales, a pesar de ser propietarios de la mayoría de los montes de los que han dependido, han perdido su protagonismo frente a las comunidades autónomas. Ahora, muchos de estos pueblos, ricos en patrimonio forestal, enfrentan una situación de profunda precariedad económica.
Las acciones del Ayuntamiento de Orea para divulgar y defender los derechos de las comunidades rurales vinculadas a los bosques, a pesar del esfuerzo y coste personal, han sido reconocidas con varios galardones. Entre ellos destacan el Premio Orgullo Rural 2020 de la Fundación de Estudios Rurales, la Distinción Jacobo Ruiz del Castillo 2022 del Colegio Oficial de Ingenieros de Montes, y dos Menciones de Honor en 2022 y 2023 del Colegio Oficial de Ingeniería Forestal y Medio Ambiente.
¿Conseguimos cambiar las cosas? No con la profundidad que se pretendía. Los cambios sociales son muy lentos si deseamos estabilidad. Lo que sí conseguimos fue normalizar que la gestión forestal es necesaria para la preservación de nuestros bosques, que genera oportunidades laborales y riqueza para las arcas del ayuntamiento y que la mecanización forestal es necesaria.
¿Cómo ha sido tu experiencia como mujer en el liderazgo de proyectos de gobernanza forestal en comunidades rurales? ¿Qué retos has enfrentado?
Desde mi punto de vista, es necesario que las mujeres participen en los pequeños ayuntamientos como parte de los equipos de gobierno, normalizarlo. En mi caso, estoy muy orgullosa de haber sido la primera mujer alcaldesa de mi pueblo y haber afrontado con éxito retos, para los que se presuponía que una mujer no estaba preparada.
Las mujeres tenemos otra forma de hacer las cosas, otra sensibilidad, Como ejemplo, en los ocho años que fui alcaldesa, todas las decisiones que se tomaron en los plenos, fueron por unanimidad. Se impulsaba el debate como forma saludable de llegar a consensos y se conseguía. Es cierto que el equipo de gobierno estaba abierto a cualquier concejal que lo deseara, sin importar el partido al que representara.
Hay que rompe el cliché de que el monte es cosa de hombres, cuando descendemos en los eslabones del sector, se hace complicado, pero es necesario. En el norte de Europa está normalizado ver a mujeres al mando de una procesadora; aquí nos faltan referentes, por eso es importante apoyar y visibilizar a mujeres como Laura Vallejo que es influencer y se dedica al sector forestal, manejando maquinaria pesada y ligera.
¿Cómo pueden las mujeres ser agentes clave en la innovación dentro del sector forestal? ¿Ha visto casos de éxito que puedan servir como inspiración para otras comunidades?
Como decía, las mujeres tenemos una visión y una forma de hacer las cosas diferente.
Siendo conscientes de esto y tomando conciencia de la falta de referentes, María Gafo, Sonia Roig y yo, decidimos “hacer algo” y creamos un chat denominado “Mujeres Forestales Estupendas” a finales de 2020… al principio no sabíamos muy bien cómo actuar, pero las cosas fluyeron.
La realidad es que ese chat ya cuenta con 684 mujeres forestales en él. Se han debatido asuntos, pero no se cae en la descalificación o el enfado… ¡es inaudito que funcione! Se pide ayuda, se comparten contenidos, se está alerta y se denuncia (pública o privadamente) cuando falta presencia femenina en jornadas y congresos.
Este es un éxito colectivo, que sigue creciendo y atrayendo cada vez a más mujeres forestales, incluyendo a las más jóvenes. Esto ha permitido visibilizar las perspectivas de diferentes generaciones. En este proceso, se han organizado charlas de empoderamiento, cuidado personal, coaching, y eliminación del síndrome de la impostora. Además, hemos participado en congresos y promovido iniciativas como ELAS XERAN, centradas en la mujer forestal. También hemos impulsado la inclusión de la educación forestal en todos los niveles, desde el colegio hasta la universidad, además de generar redes, oportunidades de empleo y nuevas conexiones personales.
Creo que nos sentíamos algo solas en el sector y también que es un proyecto digno de dar a conocer y compartir, para animar a otras mujeres a crear red… ¡la sororidad funciona!