El devastador terremoto del pasado mes de enero atrajo la atención de buena parte del mundo, que supo entonces, mientras contemplaba la catástrofe que el pequeño país caribeño era ya antes de la misma uno de los más pobres del planeta.
Pero Haití no es pobre. Su territorio posee recursos naturales y minerales más que suficientes para sostener a sus habitantes. Lo empobreció la explotación económica por parte de las potencias occidentales (primero Francia y luego Estados Unidos) que se aprovecharon de su debilidad política en las últimas décadas del siglo XX. Después del expolio lo etiquetaron como «estado fallido» y fue abandonado a su suerte. La naturaleza acabó de tumbarlo.
Un completísimo análisis de la situación que vive hoy Haití realizado por investigadoras de la Cátedra de Estudios del Caribe de la Universidad de La Habana concluye, entre otras cosas, que es necesario reinstaurar la cooperación al desarrollo en aquél país para que encare su pobreza ancestral y sus habitantes puedan más pronto que tarde vivir de su tierra y su trabajo.