A los políticos estadounidenses parece traerles al pairo el medio ambiente. Ni siquiera el desastre del Golfo de México les ha hecho recapacitar sobre la necesidad de legislar para preservar el entorno natural. A todos, menos a uno, el presidente Obama, que pese a las trabas del senado, se mantiene firme en su empeño de limitar la contaminación en el país de las barras y estrellas, que en este apartado también se encuentra en los primeros puestos del ranking mundial.
Como por ley consensuada en el Congreso no puede ser, Obama quiere emplear la vía ejecutiva para lograr su objetivo. Tampoco será sencillo, aunque está dispuesto a inspeccionar, una por una, la emisión de gases de las empresas norteamericanas.